En meses recientes, una multitud de manifestaciones ciudadanas en todos los rincones del planeta, han tenido como consigna la defensa del derecho a estar informados. En Madrid, en Santiago o en México, se han alzado voces que recuerdan que la libertad de pensamiento —un derecho humano fundamental— pasa necesariamente por el libre acceso a las diversas fuentes de información. Se invita a reflexionar que este ejercicio libre es alimento de otro derecho fundamental: la libertad de expresión. Por otro lado se reclama que el control ciudadano de la gestión pública no puede realizarse sin un acceso asegurado a la información en manos del Estado; en ese sentido se promueven hoy iniciativas en el congreso mexicano que tienen como objetivo apuntalar y extender las atribuciones del IFAI.
Es evidente que la información está ahora, en el centro del debate mundial. Se le considera un insumo necesario que debe estar tan accesible como el agua. Pero ¿que es la información en todo caso? ¿Los simples datos, son información útil?
Hay una creencia general de que un dato per se, ya es información útil, y que sólo basta hacerlo accesible para que funcione. Para que la información sea útil se tiene que diseñar de forma que sea atractiva, comprensible y de fácil lectura. Se tiene que diseñar para que deje de ser un dato inerte y se convierta en una herramienta para el desarrollo adecuado de nuestras actividades cotidianas.
El papel de los diseñadores de información es hacer comprensibles datos complejos. Diseñar la información no es hacer un gráfico bonito, diseñar la información es promover experiencias cognitivas que permitan a los lectores tener un mejor entendimiento de los datos a los que tienen acceso. ¿De que nos sirve tener acceso a bases de datos impenetrables si no se anclan en experiencias concretas que los contextualicen y les den un significado?
La información se tiene que diseñar para generar experiencias de aprendizaje, de toma de decisiones, de instrucción o de conocimiento. La interacción con la información al final, debe producir sentidos y significados que se puedan aplicar en lo cotidiano. Si no es así, el acceso a la información seguirá siendo privilegio de unos cuantos, sólo de aquellos capaces de descifrarla y hacerla útil con la producción de experiencias significativas. No basta con tener accesos a la información como tal, es necesario demandar una información legible, ordenada y clara; una información que a través del diseño nos de las posibilidades de integrarla fácilmente en nuestra vida. Hay mucho que hacer y los nuevos diseñadores de información tendrán que ser actores importantes en este proceso.